Espacio Escuela
Algunas razones son las siguientes:
— La experiencia prueba que el discurso analítico está siempre amenazado por la represión, por la tendencia a perderse y a diluirse en el discurso común
— Si bien el psicoanalista “sólo se autoriza en sí mismo”, esa autorización en acto no se sostiene en la práctica sin algunos otros. Una comunidad animada por transferencias de trabajo suele ayudar. Los analistas que eligen la soledad del consultorio usualmente se pierden en otras prácticas (místicas, eclécticas, mediáticas, proféticas, o meramente filosóficas). En cualquier caso, se aleja de la clínica concreta y actual, la que se encuentra aquí donde el clamor de la humanidad toma la forma de ese llamado particular del sujeto que es el deseo de psicoanálisis – cuando hay alguien para escucharlo.
—Pero además, ninguna otra institución se ocupa de lo que la Escuela está destinada a promover desde 1967, cuando Lacan propuso su actual funcionamiento.
— Que el analista tiene horror de su acto, que lo destituye como sujeto en un lugar al mismo tiempo de residuo del saber inconsciente y de causa del deseo.
— Que este acto se instituye en apertura de goce como masoquista, del que reproduce el dispositivo. Lacan considera que el analista puede en la Escuela corregir tal exceso (hybris) con una certeza de lógica colectiva: que ninguno de sus pares se precipite en esa abertura, y él sabrá entonces mantenerse en el borde marcado por lo que sostiene su acto en el lazo analítico.
— Que el saber inconsciente no funciona a la orden (S2 // S1), por eso su perspectiva puede no reducirse a la que le señalan las anteojeras del objeto a, vicio de analista experimentado.
— Que la vía psicoanalizante no se aplica a ese horror ni a ese acto, porque la lógica del acto está en lo que le sigue.
— Que por lo tanto no hay formación del analista propiamente hablando. El análisis le facilita el camino, claro está, pero no el salto, la decisión, el deseo que se realiza en el pasaje de analizante a analista.
— Que son necesarios dispositivos diferentes de los que inventó Freud para investigar, promover y sostener el acto analítico, ese misterioso pase que lejos está de entusiasmar a todo el mundo.
— Que para sostener esos dispositivos específicos de la Escuela no alcanza con la zanahoria del agalma, que mantiene tantas esperanzas, terapias, “supervisiones”, posgrados, posdoctorados y otra vez, grupos de estudio. La Escuela es por el momento para algunos menos. Su número es discreto porque el saber allí no brilla sino que inquieta, no se asegura en lo ya sabido sino que causa otra cosa, con el fin de renovar el deseo del analista. Su valor no es agálmico, se aprecia mejor en lo que le sigue que en la hipnosis que lo precede en el camino analizante.
La Escuela cuenta con dos dispositivos específicos:
Uno es relativamente sencillo, el cartel. Es un pequeño grupo de trabajo, estudio o investigación, pero sin maestro ni jefe ni líder. Lo que en el cartel suple al líder o al maestro es la función encarnada por alguien que no recibe otro título que el de más uno, o sea uno más (puede ser cualquiera pero debe ser alguien), que acepta la encomienda de anudar y promover el trabajo de cada integrante en función de un tema compartido y un objetivo convenido. Cada integrante trabaja en la perspectiva diferenciada desde la que puede y quiere aportar, sin que además deba atenerse a cumplir un programa, si su deseo y los avatares del trabajo realizado lo llevan en otro rumbo.
El cartel debe ser un grupo pequeño, donde la presencia de cada uno cuente cada vez, pero no tan pequeño como para dejar de ser un grupo (no puede ser una pareja ni un trío, donde el pasaje al acto y los celos, por estructura, tienden a prevalecer).
Tampoco debe ser tan numeroso como para que la función de la presencia se diluya. Admitimos aquí que el deseo en juego en el análisis es el deseo sexual, pero nos interesa desde luego promover sus formas sublimadas y sociales, que evitan tanto el secreto como la obscenidad del grupo anónimo. En el caso del cartel y su función en la Escuela de psicoanálisis, como en el lecho, la presencia de los cuerpos sólo es contable y real hasta cierto número. A diferencia de la clase donde da lo mismo que un alumno digno de ese nombre esté o no esté, que haya 24 ó 25; aquí se trata de lo opuesto: que la presencia cuente, y que cuente en particular bajo la forma de una elaboración de la experiencia y del saber que sea personal y no colectiva, reactiva y no doméstica, emergente del debate y no del monólogo interior.
El otro dispositivo específico de nuestra Escuela, el pase, es más complejo, y justifica la dimensión internacional de su funcionamiento. Fue diseñado por Lacan para echar luz sobre la transformación de analizante (sujeto dividido) en analista (destitución subjetiva con el fin específico de causar el deseo del analizante). Consideró que esa transformación no sólo es la clave sino también la estructura misma del acto analítico. Luego de mostrar que esa transformación está fuera del alcance de la aprehensión clínica del didacta, diseñó el pase como modo de funcionamiento para ofrecer la posibilidad, a quien está en ese momento (antes, durante o luego de la terminación de su análisis), de testimoniar sobre lo que tiene para decir de la elección que lo lleva al ejercicio de deseo del analista, que implica cada vez ceder a otro la posición de sujeto-analizante. El testimonio del pasante no es público ni directo ante un jurado, sino indirecto, a través de dos pasadores, analizantes supuestos estar también en esa fase próxima al final del análisis donde el pase se produce por primera vez – o se renueva en la frescura de su momento inicial, no demasiado cargado todavía de experiencia de analista, que añade, sí, y que también pesa, y olvida –. Contamos ya con bibliografía abundante sobre este dispositivo, sobre su funcionamiento efectivo que no podemos explicar aquí en detalle, y sobre las razones de su dimensión internacional.
El debate asiduo, el intercambio de información y el esclarecimiento de la marcha de estos dispositivos se realiza mensualmente en el Espacio Escuela del FARP, y también en los Encuentros de Escuela y en la Jornada de carteles de América Latina Sur, previstos en distintas ciudades de América Latina y de otras zonas donde la Escuela tiene sede.
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